Día Internacional de la Agricultura: Regresar a los orígenes
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La agricultura es una actividad milenaria por medio de la cual se cultivan y producen alimentos para el consumo humano. En México, la agricultura ha sido clave para la autosuficiencia alimentaria de miles de familias, así como para conocer mejor los suelos, las plantas, la nutrición y la biodiversidad.
Este 9 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Agricultura considerando que la agricultura, en una forma sustentable, puede pasar de ser una fuente de degradación a impulsar la restauración y la salud de los ecosistemas.
Regresar a los orígenes
En sus orígenes, la agricultura fue descubierta por las mujeres; dado que se practicaba dentro del lugar en el que vivían, la obtención y la producción de alimentos era de manera sostenible y en armonía con la naturaleza.
Los pueblos originarios, que con el tiempo se fueron especializando, desarrollaron técnicas para, por ejemplo, evitar la erosión del suelo y limitar el uso del agua; también inventaron huertos flotantes (en México conocidos como chinampas) para aprovechar los campos inundados. Aún en la actualidad, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los pueblos indígenas suelen cultivar una variedad de especies nativas y una multitud de variedades que se adaptan mejor a los contextos locales y son a menudo más resilientes a la sequía, la altitud, las inundaciones u otras condiciones extremas. En la época moderna, según datos de las Naciones Unidas, cerca del 40% de toda la superficie de tierra habitable en el mundo está dominada por la agricultura de cultivos. La expansión agrícola es, por mucho, la principal causa de deforestación tropical. Si se incluyen los pastizales utilizados para la ganadería y el pastoreo, la agricultura domina el 80-90% de la superficie habitable, de acuerdo con la ONU. La agricultura industrial o a gran escala, sin embargo, está asociada a la extensión de monocultivos, a la deforestación de ecosistemas de gran valor y al uso de grandes dosis de productos químicos, como fertilizantes, plaguicidas y herbicidas sintéticos. Los cultivos desarraigados de la naturaleza generan desequilibrios en el suelo, empobreciéndolos y haciéndolos altamente vulnerables a enfermedades y plagas, además contaminan los acuíferos y cursos de agua. Sí, la agricultura puede ser devastadora cuando no se hace con conciencia y cuidado del medio ambiente. Por ejemplo, si los paisajes agrícolas no son manejados para apoyar la diversidad de plantas y animales, muchas especies silvestres no sobrevivirán. Además, la mayor parte de las cuencas hidrográficas más importantes del mundo tienen en gran parte uso agrícola. Si no se les gestiona de manera adecuada para producir suficiente agua limpia, entonces no estará disponible para la gente, la industria, la agricultura o la naturaleza. A esto se suma que, de acuerdo con la FAO, en 2020 un total de 3 mil 200 millones de personas vivían en zonas agrícolas donde el déficit hídrico o la escasez de agua era muy elevada; de ellas, 1 200 millones —aproximadamente una sexta parte de la población mundial— residen en zonas agrícolas con graves limitaciones de la disponibilidad de agua. De acuerdo con datos recopilados por Greenpeace, la agricultura y los usos relacionados de la tierra son actualmente responsables de una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) que causan el cambio climático, incluidas las actividades previas y posteriores a la producción, como el procesamiento y envío de alimentos. En total, el sistema de producción de alimento industrial contribuye con el 24% del total de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel mundial según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés).Los organismos modificados genéticamente (OMG) o transgénicos no son una extensión de la agricultura tradicional, ya que sobrepasa las barreras entre especies. Además, los conocimientos científicos actuales no son suficientes para predecir su evolución e interacción con otros seres vivos fuera de un ambiente confinado.Los principales cultivos transgénicos son: maíz, soja, canola y algodón. Desde su aparición hace más de 15 años, los cultivos y alimentos transgénicos no han demostrado los supuestos beneficios prometidos por la industria biotecnológica. Sin embargo han experimentado una rápida expansión en un número limitado de países, debido a las estrategias agresivas de su sector. Está ampliamente documentada la cercanía de esta industria con los centros de decisión política.
Los impactos sobre el medio ambiente de estos cultivos son cada día más evidentes: un aumento drástico del empleo de agrotóxicos en el campo, una creciente resistencia por parte de insectos y malezas, contaminación del suelo, contaminación genética de especies silvestres o pérdida de biodiversidad, entre otros impactos. En este sentido, la agricultura no transgénica se encuentra en riesgo: es muy difícil proteger los cultivos tradicionales y ecológicos de la contaminación por OMG. Los continuos casos de contaminación de cosechas disuaden a los agricultores de sembrar maíz ecológico y la dificultad de encontrar piensos ecológicos frena el avance de este tipo de ganadería.
Los principales cultivos que se producen son cuatro: maíz, soja, colza y algodón. Ninguno de ellos se destina a la alimentación directa de las personas, sin embargo terminan en nuestra alimentación, ya que se destinan a piensos para animales, además de contar con otros usos industriales como agrocombustibles, textiles, etc. El 99% de los cultivos transgénicos existentes están modificados genéticamente para ser tolerantes a herbicidas o resistir plagas. Pese a la publicidad no existen transgénicos más nutritivos, más productivos o adaptados al cambio climático. Según los últimos datos solo seis países cultivan más del 90% de los transgénicos en el mundo: Estados Unidos, Brasil, Argentina, India, Canadá y China.
Unas pocas empresas acaparan el 100% del mercado de semillas transgénicas: Dupont, Bayer, Monsanto, Syngenta, BASF y Dow. Pero además, controlan casi toda la investigación en biotecnología y el 76% de las ventas de herbicidas y pesticidas a nivel mundial.
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Transgénicos en la alimentación
La mayoría de los estudios sobre transgénicos y salud son desarrollados por las propias empresas que los comercializan. Ninguno estudia los efectos a largo plazo. Algunos de estos cultivos llevan genes de resistencia a antibióticos, lo que disminuye la eficiencia de estos medicamentos. Diversas investigaciones realizadas en mamíferos demuestran cómo los transgénicos afectan a la fertilidad o aumentan la mortandad.
La rápida introducción de los transgénicos en la alimentación contrasta con la escasez de estudios científicos sobre sus impactos en la salud. Los transgénicos están presentes en nuestra alimentación ya que la mayoría del ganado se alimenta con piensos que contienen transgénicos.
Además muchos productos preparados contienen lecitina, harina, almidón o aceite, la mayoría derivados de maíz y soja. Estos son los cultivos transgénicos más extendidos por lo que es probable que estos ingredientes sean también transgénicos. La aparición de nuevos tóxicos en los alimentos o de nuevas alergias son algunos de los riesgos.
¿Son seguros los alimentos transgénicos?
Durante años, la industria de los transgénicos y sus gobiernos afines han construido el mito de que los cultivos transgénicos son los alimentos más evaluados de la historia y tienen el visto bueno de comités científicos independientes y responsables. Sin embargo, al analizar la composición o el trabajo de estos comités, tanto a nivel español como europeo, se demuestra que las puertas giratorias y los conflictos de interés están muy extendidos y que la industria de los transgénicos tiene demasiado poder en las decisiones en torno a estos cultivos.
No existen evidencias científicas de que los alimentos transgénicos sean inocuos para la salud humana o el medio ambiente...
No hay consenso científico en torno a la seguridad de los transgénicos...
Multitud de científicos e instituciones científicas dudan de la seguridad de los transgénicos. La industria de los transgénicos y sus defensores promueven la idea de que el debate sobre su seguridad está superado. Sin embargo la mayoría de instituciones científicas reconocen importantes lagunas de conocimiento y la necesidad de seguir investigando sobre los efectos de los alimentos transgénicos en la salud. Informe: Scientific «Consensus»
A nivel social y económico
Muy lejos de aportar soluciones al hambre en el mundo, la introducción de la biotecnología en la agricultura incrementa las situaciones de pobreza, exclusión social e injusticia, como se ha demostrado por ejemplo en Argentina, Brasil y Paraguay con la soja, o en la India e Indonesia con el algodón. Avanzar hacia una agricultura más sostenible no pasa por la biotecnología, que en este caso está demostrando ser un instrumento en beneficio de unas pocas multinacionales que controlan buena parte de la agricultura y alimentación mundial.
Desde un punto de vista económico, los transgénicos están siendo un fracaso. Estudios de Amigos de la Tierra demuestran que las prácticas agrícolas sostenibles, como la agricultura ecológica, estimulan en mayor medida la economía, crean empleo de calidad en el medio rural y cuentan con el apoyo de los consumidores.